La
historia del cementerio La Piedad es una historia normal. No fue construido
sobre un cementerio indígena previo, ni estuvo cerca de una vieja casa
embrujada. Inicialmente estuvo ubicado donde se encuentran actualmente la
Catedral, la Plaza 9 de Julio y áreas lindantes. Luego, por el 1800, debió
trasladarse a la Chacra N°42, debido al crecimiento constante de la población.
Por último, se movió al lugar en el que actualmente se encuentra alojado. Debió haber sido todo un acontecimiento
la mudanza del cementerio capitalino.
Solo imaginar los carruajes cargados de cuerpos muertos, viajando de un lado a
otro de la ciudad. El polvo rojo flotando fantasmagóricamente en el aire, al
ritmo de los cascos de los caballos. ¡Ver eso habrá dado mucho miedo!
3 serenos 3 historias
El
cementerio contó con 3 cuidadores legendarios: Estanislao Amarilla, Rubén Ojeda
y Nicanor Martínez. Sin quererlo, estos tres hombres son la mejor enciclopedia
ilustrada de fantasmas de La Piedad.
Ojeda
Rubén Ojeda estuvo
afectado a la guardia de La Piedad, tanto de día como de noche. Hoy reconoce
que, cuando baja el sol, el silencio y la oscuridad suelen jugarles una mala
pasada a muchos. “De noche te tira un poco, más si te metes mucho la idea en la
cabeza. Pero no tenés que pensar en eso porque, si no, no vas ni acá a mitad de
cuadra”, aseguró Ojeda.
El sereno contó una anécdota de hace algunos años
atrás. Era de noche, alrededor de las 23. “Traigo estas flores para un pariente
mío”, le dijo una señora de vestido largo al compañero de Ojeda. El hombre se
puso en guardia. “Me contó que le agarró como un frío, pero igual no la dejó
entrar. La mujer, resignada, se fue caminando por la vereda de
Almirante Brown hacia Tomás Guido. Él la siguió con la vista, hasta que, de
repente, se esfumó como si se la hubiera tragado la tierra. Nunca más la
vimos”.
Martínez
Nicanor Martínez
tiene 70 años y al menos 15 de trabajo en la chacra 60. Martínez asevera haber
visto con sus propios ojos algo que su mente jamás pudo explicar. En una de esas jornadas bajo la luz de
la luna vio que una muchacha vestida de blanco caminaba. Misteriosamente se
dirigía hacia él desde el centro del cementerio.
“Desde la cruz
mayor venía una piba, linda piba, bien rubia y de unos 25 años. Primero andaba
entre los árboles y después por el camino principal. Me fui para decirle que
tenía que irse del cementerio. Todavía estaba lejos cuando parece que me vio y
se metió entre los panteones. Yo la seguí y estaba a unos cuatro metros detrás
de ella cuando, ‘CLICK’, desapareció de enfrente mío. Quedé nulo. Ahí ya no
quise seguir y volví al portón”, recuerda Nicanor.
Amarilla
Estanislao
Amarilla tiene 63 años y fue uno de los guardias con
mayor antigüedad en horario nocturno. Llegó al cementerio hace unos 19 años.
Siempre trabajó de noche y reconoce que, en un principio, esta tarea lo
intranquilizaba.
La madrugada de
1995, Amarilla cumplía su guardia en el portón de entrada. De repente, notó un
movimiento entre los panteones. Bajó
las escalinatas y vio que alguien (¿o algo?) avanzaba hacia él.
Apresurado, dio la voz de alto, pero el recién venido ni se mosqueó. Estanislao
sacó el arma y disparó varias veces al aire pensando en que las descargas
detendrían al caminante, pero no. El guardia entró en shock y se desmayó. “Eran
las 2 y recién me levanté con el primer rayo de sol en la cara, a eso de las 7.
Nunca supe qué fue eso”, concluye el sereno en medio del misterio.
Los fantasmas digitales no asustan ¿o sí?
Producto de la
nueva era tecnológica, La Piedad cuenta ahora con una App “fantasmagórica”. La
aplicación fue desarrollada por la Universidad Nacional de Misiones (UNAM) y la Municipalidad de Posadas. La App visualiza con realidad aumentada
espacios y personalidades destacadas del cementerio La Piedad.
Para
tranquilidad de los más asustadizos, el nuevo dispositivo no “revive” a los
fantasmas peligrosos. Son 11 postas señalizadas. En cada una se pueden escanear
los carteles para acceder a los personajes en tamaño real, interpretados por
actores locales. Cada fantasma digital ofrece un mensaje acerca de su legado,
además del material audiovisual.
Así, a las visitas guiadas se suma la posibilidad del sendero autoguiado a través de la App. Esta iniciativa permitió que la gente pueda apropiarse del cementerio como un espacio de valor cultural, histórico y turístico. Pero, más importante aún, logró que le tengamos un poquito de menos miedo al cementerio.
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