Durante toda la época de la Conquista, las Misiones
Jesuíticas, la época colonial post jesuítica, hasta la llegada de los primeros
inmigrantes, algunos poblados tenían postas y otros sólo un lugar de paso, y
algunas postas solían estar en medio de la “nada”, en medio de las soledades
del campo.
En el caso de Apóstoles, un poblado que, desde su fundación
en 1652 estuvo ocupado ininterrumpidamente, como todos, tenía un lugar de
llegada y partida de chasquis, más no posta; ésta surgiría años después de las
guerras de independencia, con motivo de llevar correspondencia entre los
principales poblados de la época (Candelaria, Concepción, Santo Tomé, y de allí
hacia el sur). Ya se había formado una serie de caminos de fácil tránsito para
los chasquis.
Con el tiempo, se consolidaron algunos de estos caminos
para el tránsito de las pesadas carretas tiradas por bueyes y tiempo después,
también una galera, en las últimas décadas del siglo XIX.
La posta era lugar de descanso, reposición de energías,
recambio de recados (caballos frescos) y bueyes de tiro.
A veces funcionaba como pulpería (ramos generales, bar,
lugar de encuentros y pequeños festejos pueblerinos), pero también como fonda o
comedor al paso para viajeros y hasta hospedaje de esos circunstanciales viajeros.
La ubicación de la Posta era crucial para todos los
viajeros: destino seguro, parcial o final, certeza de estar en un lugar
perfectamente definido en el mapa y no en medio de la “nada”, del “desierto”.
Era el alivio de un tramo del viaje, y servía para refrescarse, descansar,
comer, estirarse, caminar, aliviarse de los dolores y sacudones del viaje en
esos medios de transporte rústicos, sucios y lentos.
Por cierto, la Posta de Apóstoles estaba en la zona que hoy
conocemos como Avenida Ucrania y Ruta Provincial N° 1.
Y no, no era sólo el lugar donde se interceptan estas dos
arterias de tránsito, sino que ese era el lugar general.
No olvidemos lo que constituía una Posta:
·
Casa del Postero
·
La Casa de Posta propiamente
dicha
·
Corrales para los bueyes
·
Corrales para los caballos de
tiro de galera (especie de diligencia)
·
Potrero para los caballos de
chasqui
·
Fonda/pulpería/ramos generales
·
Un pequeño ranchito alejado
que constituía la letrina (recordemos que no existía por entonces, ni el
inodoro ni el papel higiénico)
·
Pozo de agua con o sin aljibe
La “oficina” de la Posta, a veces recibía una
correspondencia a ser enviada a algún destino, o bien era transportada por un
chasqui que terminaba yendo hacia otro destino, con lo cual, pasaba a cumplir
funciones de estafeta postal, y es así que quedaba en el lugar hasta que otro
chasqui fuese hacia ese destino, o bien alguno de los vehículos de la época,
con lo que desde ahí, reiniciaba el trayecto. Es por eso que era fundamental
que el Postero supiese leer y escribir: poder recibir una correspondencia con
algún destino en particular y reenviarla en el momento oportuno. Lo de
“oficina”, es una forma de decir, por no haber un vocablo mejor.
No nos imaginemos una linda construcción de ladrillos, eso
era raro, extraño, difícil de encontrar. Normalmente las Postas eran ranchos
que se construían con postes esquineros y se cerraban con diversos materiales,
que podían ir desde tablas de madera, encofrados entretejidos de caña tacuara
con barro ñaú mezclado con paja, y si el postero era hábil, tal vez algo de
piedra (por ejemplo, algunas extraídas de las ruinas jesuíticas que le quedaban
“a un paso” del lugar donde estaba ubicada la Posta). Estos ranchos,
normalmente tenían tirantes de postes y techo de paja.
El piso solía ser de tierra, apisonada, barrida y limpiada
ocasionalmente, y era habitual ver dentro, no sólo a sus habitantes, chasqui,
gauchos carreros o viajeros, sino también a los perros del postero y alguna que
otra gallina interactuando en su interior, como algo de lo más natural.
La puerta podía tener, o no, algo parecido a eso, a una
puerta. En algunos casos, podía ser un armazón de madera o palos, y dándole
aspecto de puerta, uno o dos cueros vacunos. En otros casos, sólo un cuero como
si fuera una cortina. Si con el tiempo, y después de mucho movimiento de gente,
crecía el lugar, tal vez se llegaba a cambiar ese remedo de puerta por una real
de madera, con una traba de madera por dentro.
Poca iluminación interior, además de la puerta, tal vez una
o dos ventanitas pequeñas. Para la noche, vela de cebo, que se usaba muy poco,
pues al llegar la noche simplemente era hora de ir a dormir, para iniciar el
día al alba, sin nociones de días, fechas, ni horas.
Y así como las personas y los animales interactuaban en el
lugar, también era normal ver en el piso de tierra, las heces de esas gallinas,
escupitajos de alguno que estuviera allí y que fumara cigarro o mascara tabaco.
Hoy nos parecería realmente desagradable, asqueroso, pero por entonces, ese
comportamiento era de lo más normal y natural.
Sí, probablemente nos imaginábamos un lugar más lindo,
limpio, agradable, luminoso y civilizado, pero debemos ser realistas: las
condiciones de vida no eran las mejores, los adelantos sólo existían en las
grandes ciudades, con seguridad, en Europa o Estados Unidos. Ningún otro
adelanto tecnológico o cultural llegaba, ni siquiera como novedad o chisme para
hablar, hasta estos lugares.
Fue a la Posta de Apóstoles donde, por ejemplo, llegaron
los primeros colonos inmigrantes eslavos el 27 de Agosto de 1897, porque ese
era el destino final de las carretas que los trajeron desde Posadas, tras una
semana de viaje muy lento entre huellones y cruces de arroyos sin puentes en
pleno invierno.
Queda a su imaginación, estimados amigos lectores, el
tratar de hacerse una idea de cómo pudo haber sido la Posta de Apóstoles, por
la cual seguramente pasaron innumerables chasquis, la Galera de don Pedro
Avalía, gauchos carreros, gauchos troperos y arrieros, oficiales del Ejército
Imperial Brasilero en la Guerra de la Triple Alianza al pasar con sus
regimientos de caballería por Apóstoles, algunos capangas con mensúes con rumbo
a los montes a cosechar yerba, “descubierteros” del siglo XIX, viajeros en
búsqueda de aventuras, o personajes como el Agrimensor Juan Queirel o Juan
Bautista Ambrosetti, en una de sus tantas travesías por Misiones.
Prácticamente no hay nada que nos cuente acerca de cómo era
la Posta de Apóstoles, sólo breves menciones a la misma por parte de Queirel,
Ambrosetti o el Gobernador Lanusse en sus cartas al primer Juez de Paz de
Apóstoles, el Ing. Carlos Lencisa.
¿Entonces, cómo sabemos cómo era o qué tenía? Son sólo
inferencias lógicas y con sentido común basadas en los relatos de los libros y
cartas de la época: qué era una posta, qué vehículos llegaban a ella y alguna
que otra mención mínima que se ha hecho en relación a la misma. El resto, es
hacer una re-lectura de esos textos, con la correspondiente interpretación, lo
más cercana posible a una realidad habitual de entonces.
De alguna manera, las Postas fueron las precursoras de lo
que hoy conocemos con Terminales de Ómnibus.
0 Comentarios