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La Posta. Por Jorge Rendiche

Durante toda la época de la Conquista, las Misiones Jesuíticas, la época colonial post jesuítica, hasta la llegada de los primeros inmigrantes, algunos poblados tenían postas y otros sólo un lugar de paso, y algunas postas solían estar en medio de la “nada”, en medio de las soledades del campo.

En el caso de Apóstoles, un poblado que, desde su fundación en 1652 estuvo ocupado ininterrumpidamente, como todos, tenía un lugar de llegada y partida de chasquis, más no posta; ésta surgiría años después de las guerras de independencia, con motivo de llevar correspondencia entre los principales poblados de la época (Candelaria, Concepción, Santo Tomé, y de allí hacia el sur). Ya se había formado una serie de caminos de fácil tránsito para los chasquis.

Con el tiempo, se consolidaron algunos de estos caminos para el tránsito de las pesadas carretas tiradas por bueyes y tiempo después, también una galera, en las últimas décadas del siglo XIX.

La posta era lugar de descanso, reposición de energías, recambio de recados (caballos frescos) y bueyes de tiro.

A veces funcionaba como pulpería (ramos generales, bar, lugar de encuentros y pequeños festejos pueblerinos), pero también como fonda o comedor al paso para viajeros y hasta hospedaje de esos circunstanciales viajeros.

La ubicación de la Posta era crucial para todos los viajeros: destino seguro, parcial o final, certeza de estar en un lugar perfectamente definido en el mapa y no en medio de la “nada”, del “desierto”. Era el alivio de un tramo del viaje, y servía para refrescarse, descansar, comer, estirarse, caminar, aliviarse de los dolores y sacudones del viaje en esos medios de transporte rústicos, sucios y lentos.

Por cierto, la Posta de Apóstoles estaba en la zona que hoy conocemos como Avenida Ucrania y Ruta Provincial N° 1.

Y no, no era sólo el lugar donde se interceptan estas dos arterias de tránsito, sino que ese era el lugar general.

No olvidemos lo que constituía una Posta:

·         Casa del Postero

·         La Casa de Posta propiamente dicha

·         Corrales para los bueyes

·         Corrales para los caballos de tiro de galera (especie de diligencia)

·         Potrero para los caballos de chasqui

·         Fonda/pulpería/ramos generales

·         Un pequeño ranchito alejado que constituía la letrina (recordemos que no existía por entonces, ni el inodoro ni el papel higiénico)

·         Pozo de agua con o sin aljibe

La “oficina” de la Posta, a veces recibía una correspondencia a ser enviada a algún destino, o bien era transportada por un chasqui que terminaba yendo hacia otro destino, con lo cual, pasaba a cumplir funciones de estafeta postal, y es así que quedaba en el lugar hasta que otro chasqui fuese hacia ese destino, o bien alguno de los vehículos de la época, con lo que desde ahí, reiniciaba el trayecto. Es por eso que era fundamental que el Postero supiese leer y escribir: poder recibir una correspondencia con algún destino en particular y reenviarla en el momento oportuno. Lo de “oficina”, es una forma de decir, por no haber un vocablo mejor.

No nos imaginemos una linda construcción de ladrillos, eso era raro, extraño, difícil de encontrar. Normalmente las Postas eran ranchos que se construían con postes esquineros y se cerraban con diversos materiales, que podían ir desde tablas de madera, encofrados entretejidos de caña tacuara con barro ñaú mezclado con paja, y si el postero era hábil, tal vez algo de piedra (por ejemplo, algunas extraídas de las ruinas jesuíticas que le quedaban “a un paso” del lugar donde estaba ubicada la Posta). Estos ranchos, normalmente tenían tirantes de postes y techo de paja.

El piso solía ser de tierra, apisonada, barrida y limpiada ocasionalmente, y era habitual ver dentro, no sólo a sus habitantes, chasqui, gauchos carreros o viajeros, sino también a los perros del postero y alguna que otra gallina interactuando en su interior, como algo de lo más natural.

La puerta podía tener, o no, algo parecido a eso, a una puerta. En algunos casos, podía ser un armazón de madera o palos, y dándole aspecto de puerta, uno o dos cueros vacunos. En otros casos, sólo un cuero como si fuera una cortina. Si con el tiempo, y después de mucho movimiento de gente, crecía el lugar, tal vez se llegaba a cambiar ese remedo de puerta por una real de madera, con una traba de madera por dentro.

Poca iluminación interior, además de la puerta, tal vez una o dos ventanitas pequeñas. Para la noche, vela de cebo, que se usaba muy poco, pues al llegar la noche simplemente era hora de ir a dormir, para iniciar el día al alba, sin nociones de días, fechas, ni horas.

Y así como las personas y los animales interactuaban en el lugar, también era normal ver en el piso de tierra, las heces de esas gallinas, escupitajos de alguno que estuviera allí y que fumara cigarro o mascara tabaco. Hoy nos parecería realmente desagradable, asqueroso, pero por entonces, ese comportamiento era de lo más normal y natural.

Sí, probablemente nos imaginábamos un lugar más lindo, limpio, agradable, luminoso y civilizado, pero debemos ser realistas: las condiciones de vida no eran las mejores, los adelantos sólo existían en las grandes ciudades, con seguridad, en Europa o Estados Unidos. Ningún otro adelanto tecnológico o cultural llegaba, ni siquiera como novedad o chisme para hablar, hasta estos lugares.

Fue a la Posta de Apóstoles donde, por ejemplo, llegaron los primeros colonos inmigrantes eslavos el 27 de Agosto de 1897, porque ese era el destino final de las carretas que los trajeron desde Posadas, tras una semana de viaje muy lento entre huellones y cruces de arroyos sin puentes en pleno invierno.

Queda a su imaginación, estimados amigos lectores, el tratar de hacerse una idea de cómo pudo haber sido la Posta de Apóstoles, por la cual seguramente pasaron innumerables chasquis, la Galera de don Pedro Avalía, gauchos carreros, gauchos troperos y arrieros, oficiales del Ejército Imperial Brasilero en la Guerra de la Triple Alianza al pasar con sus regimientos de caballería por Apóstoles, algunos capangas con mensúes con rumbo a los montes a cosechar yerba, “descubierteros” del siglo XIX, viajeros en búsqueda de aventuras, o personajes como el Agrimensor Juan Queirel o Juan Bautista Ambrosetti, en una de sus tantas travesías por Misiones.

Prácticamente no hay nada que nos cuente acerca de cómo era la Posta de Apóstoles, sólo breves menciones a la misma por parte de Queirel, Ambrosetti o el Gobernador Lanusse en sus cartas al primer Juez de Paz de Apóstoles, el Ing. Carlos Lencisa.

¿Entonces, cómo sabemos cómo era o qué tenía? Son sólo inferencias lógicas y con sentido común basadas en los relatos de los libros y cartas de la época: qué era una posta, qué vehículos llegaban a ella y alguna que otra mención mínima que se ha hecho en relación a la misma. El resto, es hacer una re-lectura de esos textos, con la correspondiente interpretación, lo más cercana posible a una realidad habitual de entonces.

De alguna manera, las Postas fueron las precursoras de lo que hoy conocemos con Terminales de Ómnibus.




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