Sí, cuatro. ¿Qué sólo conocen uno? Pues no. Estamos
hablando de historia, de la historia necrológica de los “campos santos”… del
“campito”.
Hablar de los cementerios, es hablar de un orden histórico,
cronológico, del lugar de descanso final, en este caso, de Apóstoles.
El primer cementerio fue jesuítico. Cuando se funda Santos
Apóstoles Pedro y Pablo en 1652, el pueblo tenía como todos los pueblos
jesuítico-guaraníes, una plaza mayor central, y frente a ésta, como al medio,
el templo o iglesia. Recordemos que todos los pueblos tenían una orientación
según los Puntos Cardinales, y el Atrio o entrada de la iglesia estaba hacia el
Norte, mientras que el Altar estaba hacia el Sur.
Vista la iglesia de frente, desde el Norte hacia el Sur, en
el caso particular de Apóstoles, el cementerio que siempre se hallaba a un lado
del templo, lo veríamos a la izquierda, mientras que hacia la derecha veríamos
un patio, la Casa de los Padres, el Refectorio o comedor, el colegio, otro patio,
los talleres…
Sí, al revés de San Ignacio, que el cementerio, visto de
frente está a la derecha, al igual que en Santa Ana, en Apóstoles estaba a la
izquierda.
Este cementerio nació con el poblado (1652), siguió vigente
después de la expulsión de los jesuitas (1768), sirvió para sepultar a los
combatientes locales de la Batalla de Apóstoles (1817), y continuó en uso hasta
más o menos 1830.
La población local, que tras la época artiguista quedó sola
y a la deriva, se reubicó fuera del pueblo jesuítico, y al hacerlo, se fue
moviendo por lo que hoy son diversos barrios de Apóstoles (hay un trabajo de
investigación del Prof. Lic. Esteban Snihur al respecto, sobre la evolución
urbana de Apóstoles durante el siglo XIX).
El primer cementerio estaba ubicado en orientación Norte –
Sur desde más o menos la mitad de la plazoleta hoy conocida como “Sitio
Histórico” frente al estadio de fútbol “General Belgrano”, y un poco más allá
de la calle Suipacha (donde está el monumento a Andrés Guacurarí), hacia la
calle Belgrano.
Así es que, para 1830, habría sido abandonado el uso del
primer cementerio y comenzado a funcionar el segundo cementerio, en lo que es
la actual zona de contacto entre el barrio Las Ruinas y el Barrio Illia (el
famoso “tacuaral”, como punto de referencia).
Cuando a finales de los años ’80 se iniciará la
construcción del barrio tipo IPRODHA “Illia”, se deben hacer terraplenados de
superficie para poder inicio a la excavación de los cimientos, apertura de
calles, etc., y los maquinistas se encuentran repentinamente con un cementerio
que había sido prácticamente olvidado por muchos, el segundo cementerio. Hoy
vemos en la intersección de dos calles, donde se produce el límite entre los
barrios Las Ruinas y el Illia, una gran cruz con cruces y lápidas metálicas
soldadas a su estructura, como homenaje a aquel cementerio y sus “residentes”.
Según he podido escuchar y leer un relato, ll conocido y ya
fallecido “huesero” o “arreglador de huesos”, don Tutak, ante la paradógica
situación de que nadie sabía qué hacer con los restos óseos de los yacientes
del cementerio, se ofrece a tomarlos en custodia, siempre y cuando los
colocaran en cajas, para su respetuoso y cristiano mantenimiento. Sería bueno
que alguno de los lectores lo confirme realmente.
¿Quiénes estaban sepultados aquí? Pues, mucha gente que se
había quedado a vivir aún después de la batalla de Apóstoles y las invasiones
portuguesas. Había guaraníes, gauchos (¿recuerdan la publicación sobre las
clases de gauchos que vivían en Apóstoles durante el siglo XIX?), algunos
inmigrantes espontáneos, ex soldados dados de baja tras finalizar la Guerra de
la Triple Alianza. Y junto con esta gente, en algunos casos, las familias que
habían logrado conformar (los invito a repasar el artículo sobre los Censos
Nacionales). Esta gente, vivía sin ley, y todo lo resolvían a punta de
cuchillo, de facón. Los que perdían la “discusión” en el “entrevero”, iban a
parar a este cementerio, al igual que gente que se podía morir por cualquier
otra causa (picaduras de víboras, enfermedades, accidentes, vejez, etc.). Aún
con la creación del Juzgado de Paz en 1895 y una comisaría de la Policía
Territorial con Comisario, Oficiales y Agentes, todavía se resolvían algunos
casos a punta de arma blanca, así que había difuntos de toda clase ocupando
este “campo santo”.
Este segundo cementerio, se utilizó hasta 1913, aunque ya
un par de años antes (1911), el señor Nicolás Olexyn dona a la entonces
Comisión Municipal (aún no era Municipalidad) un predio de 4 hectáresas del
Lote 230 destinadas a ser utilizadas como nuevo cementerio urbano y rural de
Apóstoles, que pasará a ser administrado a partir de 1913 por la Municipalidad
de Apóstoles hasta el día de hoy. Ubicado sobre Avenida San Martín. Con los
años, se le sumaron además de tumbas, criptas familiares, tumbas “raras”,
nichos, osario, primero una capilla pequeña, que en el segundo período de
gobierno de José Cura fue agrandada.
Por último, el cuarto cementerio, no es público, sino
privado. Se encuentra ubicado al ingreso de Apóstoles, sobre la Ruta Provincial
N° 1, frente al Barrio Jardín Primavera. Muy bien equipado, con capilla y hasta
un crematorio. La idea era que fuese lo que se denomina un “cementerio parque”.
El mismo tiene varios “inquilinos” permanentes, pero la pandemia y algunos
problemas administrativos, han llevado a que el lugar parezca abandonado, donde
crece desmesuradamente el pasto y la capuera, y ojalá pronto se lo vuelva a
parquizar, no sólo por su estética, sino también por respeto a quienes allí
descansan.
No debemos olvidar una cosa: todo cementerio en uso,
cementerio en desuso, o ex cementerio, es y debe ser considerado siempre como
“Tierra Sagrada”, no importando la religión de sus usuarios que allí yacen en
paz eterna, o sus deudos. La historia y el uso que se le dé al lugar, se
merecen el mismo respeto siempre, aún cuando ya no hayan restos palpables, o se
haya destruido el lugar para construir sobre él. Se lo considera así, por la
memoria y el alma de quienes fueron sepultados allí en algún momento, aunque
jamás los hayamos conocido personalmente.
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