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Un pobre aventurero. Cuento para niños. Por Maxwell Trébol

Una vez el mejor Aventurero del mundo se cansó de buscar y encontrar monumentos, de luchar con momias, de correr de un grupo de espías. Se encontraba en una multitud de prensa, luces por todos lados, sponsor por donde se viera, cámaras a montones, y manos, muchas jodidas manos.

El Aventurero finalizó la entrevista diciendo,

-Ahora buscaré un tesoro que todos poseen, pero carezco de él, un tesoro que aquel dicen que es el más antiguo de los tesoros, el más difícil de conservar, que no se oxida ni deja de brillar con el tiempo, que vale más que todos los diamantes del mundo entero y que todo el oro del universo, buscaré el tesoro.

Fue por todos lados, fue a París, a El Cairo, Buenos Aires, Tokio, hasta los lugares más lejanos del mundo, aquellos que no tienen nombres ni dueños, a lugares inexistentes.

Un día se encontraba en un navío, se cruzó con su amigo el Universo, muchas veces ya lo había ayudado a encontrar su gran búsqueda. El aventurero le rogó que lo ayudará una última vez, una última aventura. El Universo le contestó: Viejo amigo lo que buscas no es una aventura, una aventura es aquella que desaparece, es aquella dura un instante, y que luego vive en el pasado como un gran día, lo que os busca no se busca. El Universo se marchó dejando anonadado al Aventurero, dejándole con una laguna de preguntas.

El Aventurero se dirigió a su casa, pero no sin antes echar un grito hacia al mundo, un grito llamando a su tesoro.

- ¡ahhh! y así se marchó para su hogar.

Pasaron los años, el Aventurero abandonó las aventuras, abandonó los hallazgos, abandonó la fama, ahora vivía como uno más. Otros aventureros aparecieron, salían en las revistas, eran muchos, eran famosos y buenos, pero ninguno como él.

El grito del Aventurero resonó todo el universo, su eco, aunque lento, viajó hasta el espacio, viajó a lo inviable, no paró de viajar.

Un día, un mes, un año paró en oídos del “gran tesoro”, el gran tesoro apenas escuchó, un “ahh”, muy diminutivo, muy bajo y silencioso. Pero no le impidió a que el gran tesoro se dirija hacia el Aventurero…

El Aventurero estaba sentado en un parque muy lleno, lleno de perros, llenos de niños, llenos de padres, llenos de abuelos, llenos de llenos. El Aventurero estaba solo bajo una sombra mirando los llenos. Desde lo no muy lejos, vio su gran tesoro, era hermoso, y brillaba más que todo diamante, más que toda gema… Tenía un cabello muy ondulado, era lo ondulado más hermoso del mundo, no, el mundo era muy poco, era lo ondulado más hermoso del universo, y si había algo más grande que el universo seguro era lo ondulado más lindo que eso, más grande que el universo. El gran tesoro no era tan bajo, tenía pequitas, era el gran tesoro y ella había encontrado a El Aventurero.

El gran tesoro viajó muy lejos para encontrarlo, tuvo infinitos obstáculos, se lastimó y cayó incontables veces. Pero por fin estaban juntos. El Aventurero y el Gran Tesoro, El Gran Tesoro y El aventurero. En poco tiempo eran uno, eran felices.

El Aventurero empezó a aventurarse otra vez, junto con el Gran Tesoro, su mayor aventura era ir de compras, ir a comer pizza, pero la mayor dificultad que enfrentaban eran qué película iban a mirar en el cine, El Aventurero siempre elegía una de acción, pero el Gran Tesoro luchaba por una de romance. Viajaban y viajaban, no paraban de viajar. Su vida era viajar.

Entonces, en unas fechas se casarían, serian todo, e irían a realizar la mayor aventura du sus vidas. 

Todos los amigos del Gran Tesoro estaban muy contentos por ella, el Miedo le regaló un par de medias con forma de perritos, la Soledad le regaló una hermosa taza color café, el invierno y la Pobreza le regalaron una tarjeta de felicitación y brindaron su apoyo, la Empatía le regaló un tocadiscos, el Sol le regaló una sombrilla. Pero su mejor amiga el Karma le regaló un bono, seco, dorado y muy brillante que decía: “Pídeme y responderé”.

Los amigos del Aventurero también le dieron regalos, solo le otorgarían obsequios por su pasado, por ser el mejor aventurero del mundo, era la única persona de todo el mundo que iba a recibir agasajos por parte de ellos. la Confianza le dio solo un apretón de mano, la Belleza le regaló un estuche de maquillaje, el Glamur le otorgó un gogo negro, funcionaba como pulsera y coletero. Su vieja compañera Diligencia avara y mezquina solo le dio un fuerte abrazo, muy fuerte. Su mejor amigo Escepticismo, el padrino, le regaló una enorme caja de oportunidades.

El gran día nunca llegó. El Aventurero abandono al Gran Tesoro, la dejo…

El Aventurero escupió:

-Te busqué y te encontré Gran Tesoro, fuiste la mayor y la más difícil aventura que realicé.

-No puedo dejar de aventurarme, no puedo dejar de ser el mejor del mundo, no quiero morir sin ser recordado, no quiero morir olvidado”, quería saber cómo eras, de qué color eras, qué olor tenias, qué tan caliente y fría eras, quería verte y sentirte. Quería ver qué eras Gran Tesoro, y ahora que sé, me marcho. Os dejo…

El Aventurero volvió a ser el mejor del mundo, volvió a descubrir ruinas, volvió a pelear con villanos, volvió a ser él hasta el final de sus días.

El Gran Tesoro quedó desnudo ante todos sus amigos, ante todos sus conocidos abstractos, avergonzado e insultado. Lleno de furia y rabia empezó a escupir palabras que no eran palabras…

El Gran Tesoro maldijo al Aventurero, gritó su nombre, ensució su alma y a su familia…

-Maldito seas Aventurero, querrás tu encontrarme de vuelta, verme, sentirme, pero ya no me reconocerás; ni tus descendientes, me esconderé, en las montañas, en la luna, en el aire; me disfrazaré, tanto que cuando pase a tu lado no sabrás quien soy, no sabrás si soy la anciana que te saluda cada mañana o si soy el chico que te entrega el diario cada día, no sabrás quien soy cuando me veas, ni tu familia ni tú. Maldito seas.

 


 

Escrito por Maxwell Trébol…

 

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